jueves, 6 de diciembre de 2007

La Constelación de la Liebre. Ollin tochtli celeste.


La Constelación de la Liebre. Ollin tochtli celeste.

Una intervención a des-tiempos.



“¡Me voy, me voy, me voy, se me hace tarde hoy! “
(El conejo blanco de Alicia.)

Este es un trabajo de intervención desde un territorio celeste sobre uno terrestre con un carácter procesual (work in progress) que Jimena Padilla propone para el Centro Histórico del la Ciudad de México y surge tanto de su obsesión por los conejos, como de su artística vocación por juntar el cielo con la tierra.

La Constelación de la Liebre en el cielo se encuentra debajo del Cinturón de Orión. Sabemos que la liebre es un animal huidizo, tímido y nervioso, no se deja atrapar fácilmente pues siempre está en movimiento, y también podemos recordar que las constelaciones son las zonas en las que está dividida la esfera celeste. En el mito, la liebre constelada representa al animal que caza Orión con la ayuda de sus perros (Canis Major y Canis Minor). Fue puesta en el firmamento por Hermes debido a su gran fecundidad y velocidad.
El origen de la mayoría de las constelaciones data de la antigüedad, cuando la gente miraba al cielo y agrupaba estrellas dándole formas y nombrándolas, como un juego de conectar puntitos en el papel. Las estrellas de una constelación no están, necesariamente, asociadas físicamente; incluso pueden encontrarse a cientos de años luz de distancia unas de otras. pero se unen al verlas desde la tierra y las dibujamos primero con nuestra imaginación.

En este trabajo procesual, el juego consiste en proyectar los puntos de la constelación de la liebre sobre el centro histórico, en un área que parte desde la calle de Regina en “Casa Vecina” y se mueve desde Circunvalación, Izazaga, y Balderas hasta Garibaldi., los puntos de la liebre son lugares de encuentro con cosas inesperadas y tal vez móviles que si bien no están a años luz unos de otros, si hay que lanzarse a recorrer el mapa-territorio constelado del centro histórico para ser cómplice en el juego.

El lugar mítico de cualquier gran urbe es su centro, un centro que al ser mítico, es histórico y no por eso esta sujeto a un orden temporal, sino a un orden espacial, así el mito no es un relato sino un mapa. Un mapa también es un diagrama, un dibujo, una metáfora que sustituye en este caso a un territorio celeste que baja a la tierra buscando refugio, la liebre desciende a su morada después de escapar de Orión y de sus perros.

Para entrar al posible relato hay que recorrer el territorio y encontrarse con las historias en los puntos indicados por el mapa, se puede llegar a todos los puntos o perderse y no dar con el sitio, todo eso es factible. Los espectadores que lleguen al espacio de Casa Vecina tendrán que salir del lugar para encontrar la propuesta de Jimena diseminada en los puntos del mapa de la liebre. Si bien el mapa no es el territorio, nos da noticias de él , de sus relaciones, de sus locaciones y así de punto en punto, de hallazgo en hallazgo Jimena nos convoca a construír una realidad que se inaugura en el encuentro del azar y un testigo, nosotros, porque estamos en un mundo-signo que es capaz de producir a alguien que lo mire, y si no es así, desaparece.

La pieza que nos ofrece Jimena se nutre de este tipo de relaciones de sentido, y si deseamos verla aparecer tendremos que creer en los milagros tanto como en los accidentes.
Es un signo nómada que se mueve entre el espacio heterogéneo del mito, inherente a las gentes, a las cosas vivas y solidarias y el espacio homogéneo de la ciudad, regulado, parcelado, controlado y desalmado. Jimena al fin, nos propone constelar esta ciudad con sus habitantes y eso es juntar el cielo con la tierra, es como lanzar botellas al mar con un papelito dentro, es tener esperanza.

Ana Lilia Maciel Santoyo.

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